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LUIS MAYO: LA GRAN VÍA

Del 18 de mayo al 19 de junio de 2010


La Gran Vía desde el Círculo, 2009, temple/lienzo, 130x162 cm.

La familia real se acomodó en una tribuna situada junto a la «Casa del Ataúd» (donde hoy está el Edificio Metrópolis). Además de Alfonso XIII, asistieron la Reina Madre, María Cristina, las infantas Isabel y María Teresa y el príncipe Adalberto de Baviera. El rey golpeó con una piqueta de plata la antigua casa del cura, anexa a la Iglesia de San José, y comenzó la demolición.


La Gran Vía, Plaza de Callao, atardecer, 2008-09, temple/lienzo, 89x130 cm.

Jean Moreau juega con su melena morena y con su cabello construye un atrapa corazones. Orson Welles apura su tercer dry martini en el bar del Capitol. Ahora que aparece por la puerta Emiliano Piedra sabe que la Casa de Campo se convertirá en la tierra de Shakespeare y la Plaza de Callao en Broadway.


El Círculo, principio de la Gran Vía, 2009, temple/lienzo, 149x97 cm.

El arquitecto Antonio Palacios sube la escalera del Círculo de Bellas Artes: en el espejo que asciende junto a los peldaños de mármol blanco descubre una silueta que parece seguirle. Parece un ángel demacrado, teme que sea un espíritu. Se detiene, observa en el reflejo la aparición alba que le mira: es Doña Cuaresma, derrotada en la fiesta de disfraces del último Carnaval, ahora triunfante con su sarga de lino y sus armas argentas.


Callao, Palacio de la Prensa, 2008-09, temple/lienzo, 97x130 cm.

1926: el concejal marqués de Encinares pretende que el último tramo de la Gran Vía mantenga los mismos 35 metros de ancho que el primero. Al estar ya construido el Palacio de la Prensa, el ensanchamiento sólo puede hacerse demoliendo la Casa Profesa de la Compañía de Jesús. El expediente judicial se estanca, el Marqués de Encinares sueña que el fuego ensancha la Gran Vía: el 1 de mayo de 1931 un grupo armado incendia la Casa Profesa. El año siguiente el gobierno de la República disolverá la Compañía de Jesús.


Gran Vía, 60. Escultura de V. Macho, Kuroi de la Gran Vía, 2009, temple/lienzo, 65x100 cm.

A los pies del número 60 de la Gran Vía, un observador atento descubrirá que el 21 de marzo el último rayo de sol sobre Madrid atraviesa justamente la puerta de la casita de bronce que soporta el coloso que construyó Victorio Macho. El escultor de la ribera del Tajo ideó un templo para festejar la luz de la primavera en la Gran Vía.


La Minerva de la Gran Vía, Escultura de J.L. Vasallo, 2009, temple/lienzo, 65x100 cm.

Vasallo es el creador de dos esculturas femeninas que personifican el espíritu de dos ciudades: la blancura arrebatada de Santa Teresa en Ávila y la negrura erguida de la Minerva de Madrid. En un juego secreto que sólo dio a conocer a sus hijos, el escultor colocó las esculturas mirándose en la distancia de las dos urbes. Los ojos de Santa Teresa en los de Minerva hacen que la Gran Vía de Madrid no acabe si no es en la plaza del Mercado Grande, a los pies de la muralla.


Gran Vía, 29. La Casa del Libro, 2008, temple/lienzo, 55x46 cm.

Al número 29 le llamamos la Casa del Libro, pensáis que el nombre procede de la localización de la librería Espasa Calpe en sus primeras plantas, en su sótano. Sin embargo el nombre de esta casa procede de un ilustre hallazgo: en el ático apareció, entre los legajos de un antiguo prestamista, una Biblia de Gutenberg con garabatos de Durero: el Libro que da nombre a la Casa del Libro.


La Gran Vía con San Bernardo, 2009, temple/lienzo, 65x54 cm.

En la esquina de la Gran Vía con San Bernardo, los jóvenes de los ochenta se citaban en los Sotanos, con sus billares y sus tiendas de discos. Entre aquellas paredes cubiertas de teselas de color verde piscina escuché Escuela de Calor, mi canción preferida de Radio Futura. En la calle, el hombre negro con traje y sombrero nuevo saltaba más allá de la melodía y realmente caminaba por la Gran Vía. Y una paloma, como en la canción, sobrevolaba el peligro.


Gran Vía, 22 Bis, 2008, temple/lienzo, 46x27 cm.

La encuadernación de un libro toma de la arquitectura sus términos. La metáfora convierte el papel en casa: portada, guardas, cierre. Mientras el marqués de Dos Aguas vivió en Gran Vía 22 el tropo se invirtió y la casa se convirtió en una novela, cada estancia en su género: épica en la biblioteca, erótica en la cocina, lírica en el invernadero, retórica en el cuarto de invitados, comedia en el dormitorio de los señores.


La Gran Vía, el Casino Militar, 2009, temple/lienzo, 65x54 cm.

Porfirio Carmona, capitán de caballería, celebraba el banquete de boda en el Casino Militar. Feliz por su ventajoso enlace y eufórico por su vertiginosa carrera castrense se presentó a lomos de su yegua al convite, y con sus compañeros de armas en lo alto de sus monturas subieron por la escalinata hasta el Gran Salón de Recreos. La crujía que levantaron los arquitectos Eduardo Sánchez Eznarriaga y José Monasterio demostró su solidez bajo el peso de quince caballos que danzaron al ritmo de Strauss. Cuando sus jinetes les desmontaron para atacar el generoso menú nupcial, las caballerías abandonaron el salón y siguiendo su querencia galoparon por la Gran Vía hasta alcanzar las cuadras del cuartel.


La Gran Vía, 27. Edificio Matesanz, 2009, temple/lienzo, 65x54 cm.

Primero, construimos los edificios, luego los edificios nos construyen: G.M.S. fue un industrial de raza, habitó la planta segunda de esta casa; la distribución de las salas que convirtió en sus oficinas dieron estructura y éxito a su empresa de recauchutados. En el ala oeste el patrón localizó las habitaciones que constituyeron su hogar. Fue la existencia de dos grandes dormitorios junto al de matrimonio lo que le motivó a convivir con dos concubinas de la edad de su esposa, que consintió -llevada por la magia de la arquitectura- a convivir en tan particular familia. A la muerte de Conchita, Eusebio ocupó su cama.


La Gran Vía desde la terraza de la Ser, 2008, temple/lienzo, 20x60 cm.

Pepe Isbert conduce a sus nietos hacia los puestos de figuritas para el Belén de la Plaza Mayor. Al pasar bajo el edificio Capitol los niños y el abuelo se detienen absortos mirando los neones que coronan la quilla del edificio. Un cartel enorme de la Cenicienta de Walt Disney enmarca a la gran familia. Lamentablemente esta secuencia fue eliminada del metraje definitivo.


La Gran Vía y la Castellana desde el Círculo, 2008, temple/lienzo, 20x60 cm.

Esta vista está realizada desde la antigua Sala de Billares del Círculo: en otros tiempos sobre este tapete verde se cruzaron apuestas que modificaron la propiedad de las casas que se ven desde esta planta: en una partida de 1952, y en una sola velada, L. B. A. perdió las casas y el solar correspondientes a la calle la Reina, 2, 4 y 6. Pretendió después apostarse su matrimonio, hijo primogénito incluido, pero no le aceptaron este envite.


La Gran Vía desde la azotea del Hotel I, la Telefónica, 2008, temple/lienzo, 20x60 cm.

La lectura del poema 'El barco ebrio' de Rimbaud a los pies de la telefónica nos recuerda el último destello del replicante nexus 6 en Blade runner: “He visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos, se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir”.


La Gran Vía desde la Casa de América, verde, 2008, temple/lienzo, 20x60 cm.

Solana describe con desdén la nueva Gran Vía: “Grandes escaparates con pianolas, gramófonos, música mecánica, alternando con fotografías y autógrafos de divos más o menos melenudos; fondas, pensiones, manicuras y círculos y cafés exhibicionistas, y sobre todo, los restaurantes, muy frecuentados por las tardes y en los que se baila con música de negro.” A Solana la Gran Vía no le gustaba nada.


La Gran Vía desde el Círculo, febrero, 2008, temple/lienzo, 20x60 cm.

Los cuadros perdidos de Solana sobre los altos de la Gran Vía nos causan a Manolo y a mí tanta añoranza que buscamos en la obra literaria del artista alguna referencia. Leemos su Gran Vía: “Ahora que el primer trozo de la Gran Vía está ya terminado sentimos todos, como un vago temor, la inutilidad de esta gran obra”.


La Gran Vía desde la azotea del Hotel I, torres de Callao, 2008, temple/lienzo, 20x60 cm.

Fernando Fernán-Gómez cruza la Gran Vía rodeado de coches en la película El último caballo de Edgar Neville. Los neones y luminosos de la calle sobre los adoquines convierten la avenida en un plató.


La Gran Vía desde la cafetería de El Corte Inglés, 2008, temple/lienzo, 20x60 cm.

En la década de los cuarenta José Gutiérrez-Solana pintó el primer tramo de la Gran Vía desde estas azoteas que yo ahora visito. Los apuntes del gran artista se embarcaron en Santander para Caracas, para la casa de un indiano rico. Hasta aquí sabemos de estas obras que dejarían pequeño a Hopper.


La Gran Vía, desde el mediodía, 2010, temple/lienzo, 24x60 cm.

A los madrileños les dicen gatos, y los gatos de Madrid se tumban al sol de estas azoteas para ver pasar por alto las nubes y escuchar por bajo pasar la vida en las calles umbrías, sin ver lo que sucede, sólo el rumor de ese río Gran Vía, como si se tratara de un cañón horadado en construcciones con mamposterías y escayolas, una torrentera blanca para un caudal de coches y paseantes.


La Gran Vía, blanco, 2010, temple/lienzo, 24x60 cm.

Blanco el azul del cielo, y blanco el sol, blancas las fachadas de la Gran Vía y blancas las azoteas, blanca tu piel en este primer día de sol de primavera. Te tumbas blanca a luz de esta terraza secreta, tan alta que nadie puede verte.


La Gran Vía, edificios de Callao, 2010, temple/lienzo, 24x60 cm.

Ésta es mi última vista de la Gran Vía antes de irme. Adiós a la ciudad de Madrid, adiós al flamenco del interior, adiós a los nueve años de invierno y tres de infierno, adiós a Velázquez, adiós al Retiro, adiós a tu sombra de luna.


Fiesta en la Gran Vía, 2010, temple/lienzo, 40x40 cm.

Un coleccionista ruso ha adquirido en una célebre casa de subastas de Serrano un collage muy hermoso y sutil de Gerardo Rueda. Muy contento, camina por la Gran Vía hacia su céntrico hotel. En la plaza del Callao descubre cientos de banderines y guirnaldas para celebrar el día de San Isidro. Se deja llevar por la música y el baile bajo los cordeles de la fiesta del Patrón. Se divierte como nunca, hasta olvidarlo todo. No se acuerda de su obra de arte recién adquirida y la abandona al pie de una barra de bar, mañana los barrenderos arrastrarán este papel sutil junto con las banderitas que ayer lucían en el cielo.