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Damián Flores Llanos: Eduardo Torroja


La central térmica, 2013, óleo/telal, 30 x 41 cm.


Os esperamos el sábado 30 de noviembre a las 12.00 h.
Del 30 de noviembre al 9 de enero del 2014.


Teniendo en cuenta la capacidad profesional, la actividad y la discreción, un tanto literaria, que caracteriza a Eduardo Torroja en su colaboración con la Generación del 25, no es de extrañar que un artista como Damián Flores, en cuya larga carrera pictórica la arquitectura desempeña un papel fundamental, le dedique una exposición. Casi diríamos que era uno de sus asuntos pendientes ocuparse de los trabajos del ingeniero de caminos madrileño, al menos desde que inauguró, hace ya casi una década, su primera muestra dedicada al racionalismo arquitectónico en el Madrid de los años de la Edad de Plata. Aunque hasta este momento solo ha sido Le Corbusier el protagonista de una exposición monográfica, ahora le ha tocado el turno a Torroja ser objeto de uno de los homenajes del artista aprovechando su nueva cita en la madrileña Galería Estampa.



Acueducto de Tempul, 2013, óleo/telal, 35 x 20 cm.


Con ocasión de sus anteriores exposiciones dedicadas a la arquitectura racionalista, Damián Flores ya había recogido alguna de las obras realizadas por Eduardo Torroja en los años en los que ejerció como el ingeniero de la G-25 en su actividad constructora en Madrid. Se trata de varios de sus trabajos más destacados y quizás más conocidos como el Hipódromo de la Zarzuela, el Frontón Recoletos y la Central Térmica de la Ciudad Universitaria, algunos de los cuales han sido reinterpretados e incorporados en esta muestra por el artista. Junto a estas obras, DF ha realizado también diferentes dibujos de otros tantos trabajos de Torroja en la capital para ilustrar un libro que me resulta muy cercano, Madrid y el Arte Nuevo. Vanguardia y arquitectura. 1925-1936, (Madrid, Ed. La Librería, 2011), de manera que, en puridad, no se puede decir que Flores no se haya acercado a la obra torrojiana.


Depósito de Fedala, 2013, óleo/telal, 27 x 27 cm.


Ahora, en esta exposición, el interés de Damián Flores por Eduardo Torroja supera el ámbito de los años del racionalismo y de la nueva arquitectura de la Edad de Plata al incorporar trabajos realizados por el ingeniero en los años 40 y 50, tanto en España como en el extranjero, lo que significa ir más allá del Torroja más clásico de los treinta, que sin embargo tampoco falta. Entre ellos destaca la presa de Canelles, el viaducto sobre el Esla, el depósito de agua en la ciudad marroquí de Fedala, un apogeo del hormigón en forma de escultura gigante, de hongo pétreo surgido en el desierto, o un silo construido en Larache,
De nuevo, y como sucede en sus últimas exposiciones, la arquitectura se humaniza en la obra de Damián Flores al incluir en varias composiciones a personajes a veces un tanto misteriosos que remiten a los paseantes solitarios y melancolicos de Caspar David Friedrich que pueblan los románticos acantilados bálticos. En otras ocasiones, como sucede en diferentes piezas de esta exposición, la presencia de personajes de espaldas, nos lleva a obras de fotógrafos tan urbanos como Francesc Catalá Roca, Joan Colom y muy especialmente a Leopoldo Pomés, de quienes cabe referirse a una poética del anonimato, del desconocido, de la que participa también Damián Flores. Una vez más, vemos como se aproximas pintura y fotografía de la mano del artista, que convierte al ojo en objetivo y a la pintura en una vía para el arte total.


Depósito de Fedala II, 2013, óleo/telal, 27 x 41 cm.


Entre todas las obras de Flores que recorren la creación torrojiana destacan la tabla dedicada a la presa de Canelles, en la que un personaje solitario se asoma al abismo de un inmenso telón de hormigón de extraña geometría, o aquella otra, magnifica, que presenta a un desconocido, también en soledad, contemplando un fantasmagórico y vacío Frontón Recoletos en el que parecen resonar los gemidos de los pelotaris y los gritos de los espectadores pendientes de sus apuestas. A ellas se unen dos obras de idéntico discurso: la que recoge a dos personajes, igualmente de espaldas y que gustamos imaginar son los propios Eduardo Torroja y Secundino Zuazo, que contemplan el Frontón Recoletos desde una perspectiva insólita, y la que sitúa ante la cubierta del Hipódromo, representada en plenitud, a una nueva pareja, de nuevo anónima, que también remite a los autores del proyecto. Ambas obras tienen el contenido literario que siempre busca el artista y que recoge su poética pictórica.



En el frontón de Recoletos, 2013, óleo/telal, 47 x 42 cm.


En otros trabajos de esta nueva exposición hay también imágenes en las que el artista de nuevo se aproxima al cine, a la fotografía e incluso al cómic, es decir, a la combinación de imágenes y narración, tanto en los asuntos como en la forma y en la técnica, cada vez de pincelada más ágil, a la hora de resolverlos. Una proximidad entre pintura y literatura, entre dos tipos de creación complementarias que ya había aparecido con anterioridad en la pintura de DF en sus series dedicadas al cine, a la Gran Vía madrileña o al Paris modianesco de la Ocupación, está ultima en la exposición colectiva “Geografía Modiano” celebrada en la madrileña Galería José R. Ortega, comisariada por quien esto escribe.



En el interior del hipódromo, 2013, óleo/telal, 30 cm.


Ahora, en esta monográfica dedicada a Eduardo Torroja, quizás la obra más representativa de este tipo de trabajos sea la magnifica pieza que incluye a un coche rodeado de personajes bajo el Viaducto de los Quince Ojos, representado en una perspectiva magnifica de resonancias metafísicas, casi chiriquianas, que tiene un atractivo ambiente suburbial e incluso un cierto aire a Guerra Civil, a control miliciano de extrarradio madrileño de siniestra evocación. Todo sin esquivar la realidad de la construcción torrojiana, el propósito esencial de la pintura, pues Damián Flores consigue unir un relato apenas insinuado con el interés por la arquitectura, en una composición que sugiere alguna de las fotografías de Alfonso o de Díaz Casariego, sacadas en los días de fuego y plomo de la capital.


Poética del hormigón, 2013, óleo/telal, 235 x 61 cm.

Junto a este viaducto, también representado en otras dos obras, destacaríamos al anónimo fotógrafo, de nuevo un guiño a la fotografía, que enfoca con su cámara de 35 mm a las gradas del Hipódromo de la Zarzuela que nos remite otra vez a Catalá Roca, uno de los fotógrafos del Madrid anterior a los 70’s y que ya fue retratado por Flores en su muestra dedicada a la Gan Vía a modo de homenaje al que se puede considerar es el fotógrafo urbano de la capital. De esta forma, el artista puede acercarse al apogeo de hormigón etéreo que representan las cubiertas del Hipódromo sugiriendo una historia de intereses y contextos que se acerca al relato gracias al personaje y su cámara, quizás Catalá retratando el edificio. Dos planos de realidad y ficción, de arquitectura, fotografía y relato que se complementan.


Silos en Larache, 2013, óleo/telal, 27 x 41 cm.


A lado esta línea más novedosa, no podían faltar los habituales retratos de Damián Flores realizados a modo de homenaje que muestran a Torroja inserto en un contexto de referencia, lo que permite unir a la arquitectura y a su autor mediante unas imágenes que sugieren esa vinculación. Es el caso del lienzo que muestra a Eduardo Torroja retratado entre hormigón junto a un pilar del Hipódromo como si fuera un espectador más, sin duda un entorno adecuado para situar al personaje junto a un de sus obras más representativas.
El recorrido de la exposición se cierra con la serie de obras que llevan el característico sello del artista, como es la habitual y fructífera obsesión arquitectónica, en este caso unida a la voluntad de innovar en la composición y de renovar las imágenes habituales de las construcciones y del entorno urbano. Esta labor creativa es muy destacable, pues la pintura de DF se caracteriza por una composición elaborada por el artista a partir de un motivo, lo que otorga a la arquitectura un contenido literario que trasciende la realidad y esquiva el historicismo.



Interior del hipódromo, 2013, óleo/telal, 28 x 37 cm.


Entre las obras presentadas en esta exposición no podían faltar las que incluyen algunos de los principales trabajos de Torroja realizados en los años treinta como el Hipódromo, ya pintado por DF, que en este caso está representado por medio de la perspectiva nada convencional de su interior, abovedado y con escaleras, que revela el trabajo del ingeniero. A esta pieza se añaden otras obras fundamentales en las que deja su sello el ingeniero. Primero, el fundamental mercado de Algeciras, un compendio de sencillez y modernidad que ha merecido dos piezas al igual que el mítico Hospital Clínico, representado en esquina, destacando los vanos de las terrazas, y también en ruinas tras la Guerra Civil, una visión está muy torrojiana pues lo que destaca es la estructura del edificio diseñada por el ingeniero que permanece en pie después de los combates lo que proclama el trabajo bien hecho. Después, la modernísima y bauhausiana Central Térmica de la Ciudad Universitaria, apogeo de la sencillez y la funcionalidad racionalista, que Flores ya había pintado con anterioridad en su primera exposición monográfica dedicada al racionalismo en la arquitectura. Ahora, Flores ha realizado una versión de la Central Térmica --quizás una de las mejores piezas de la muestra-- en la que combina su tradicional arquitectofília con su actual interés por lo narrativo, por medio de unos recursos artísticos notables, apreciables en una paleta y en una pincelada que revela tanto oficio y madurez como sensibilidad. En la obra, de colorido hay un grupo de personajes en primer término y de espaldas, como es habitual en la imaginería DF, que parecen mirar con asombro la parte central del edificio en el campea la tolva como una extraño añadido. Un conjunto en el que se puede ver a los arquitectos de la Ciudad Universitaria que han acudido a admirar el que quizás era uno de los edificios más modernos de la capital.


Viaducto del aire, 2013, óleo/telal, 46 x 73 cm.


Como se ve, el grupo de construcciones citadas son todas fruto de la colaboración de Eduardo Torroja con Manuel Sánchez Arcas, uno de los arquitectos más destacados de la Generación del 25 que luego, en los años de la guerra, fue Subsecretario de Propaganda en el gobierno de Juan Negrín, con quien, según su nieto Álvar Haro, Torroja mantuvo siempre una brillante colaboración y una estrecha relación, incluso durante los difíciles días del exilio berlinés del arquitecto, donde no dejó de enviarle un ejemplar de Informes de la Construcción, la revista del Instituto que dirigía.
En suma, estamos ante una más de las citas periódicas de Damián Flores con la galería Estampa pero una cita también con la pintura, con la arquitectura, con el cine, con la fotografía y con la literatura, es decir, con el arte contemplado de manera poliédrica y completa. En este caso, al servicio de Eduardo Torroja y su poesía del hormigón.

Fernando Castillo


Mercado de Algeciras, 2013, óleo/telal, 20 x 30 cm.



Mercado de Algeciras, 2013, óleo/telal, 24 x 41 cm.


Paseando bajo los 15 ojos, 2013, óleo/telal, 24 x 41 cm.


Puente sobre el río Esla, 2013, óleo/telal, 27 x 27 cm.



Reunión bajo los 15 ojos, 2013, óleo/telal, 73 x 41 cm.