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Óscar Lagunas: Obra reciente.

Os esperamos el sábado 26 de abril a las 12.00 h.
Del 26 de abril al 4 de junio del 2014.



S.T, 2014, óleo/lienzo, 164 x 164 cm.

10 trazos para Óscar Lagunas

Hace algún tiempo, en la ciudad de Cuenca, participé en una comida en la magnífica compañía de Manuel Cuevas y Antonio Pérez. Nuestra celebración estuvo presidida por un cuadro inolvidable que pese a la animada conversación llamaba permanentemente mi atención. Uno de los comensales era un pintor de mi edad, con el que enseguida sentí una gran afinidad. Este artista cercano y afable resulto ser el autor del cuadro que me había maravillado. Ahora, ante su primera exposición en la galería Estampa, se me brinda la oportunidad de hacer una semblanza de su obra, dibujada con toda mi admiración.

1. El Museo de Arte Abstracto de Cuenca es una presencia viva.
Heredar algunos de los magníficos bastidores de Fernando Zóbel es una circunstancia distintiva que no sólo influye en las afinidades estilísticas: lo que para otros artistas es una lectura de referencia o una cita culta para Óscar ha sido pura cotidianidad de primera juventud; lo que para otros pintores es un dato aprendido en las aulas para Óscar es un recuerdo en primera persona; el movimiento irrepetible de El Paso es un latido en su arranque como creador.

2. El cuadrado es el grado cero de la composición.
Óscar Lagunas utiliza formatos con igual alto que ancho porque de este modo la dimensión del soporte no le impone una composición a priori. Los formatos extremadamente largos o altos evitan al artista el compromiso de la dirección de su obra. Pero el formato cuadrado obliga a elegir, a marcar con la pintura la orientación de la composición. Estructurar el cuadro como punto de partida, como pregunta explícita a la que el artista debe responder es su reto inicial.

3. La horizontalidad es el fluir de la pintura.
Hay en las obras de Óscar una reminiscencia figurativa, un latido corporal, orgánico; una relación acompasada que nos hace imaginar la musculatura de un paisaje. En estas obras no hay una historia traducible a palabras, descubrimos en cambio una temporalidad pintada: unas formas son consecuencia de las otras, como en una partida de ajedrez: hay lazos invisibles que fuerzan las posiciones del alfil frente a la reina, hay jaques y enroques visuales que hacen que la obra tengan una tensión sensible que nos atrapa, como me sucedió a mi en la comida de Cuenca.



S.T, 2014, óleo/papel, 54 x 100 cm.


4. La superficie sobre la que pintas es un color.
Cartones de un sutil ocre, papeles que insinúan el amarillo de Nápoles, telas de color marfil, algodón gris inefable, lino pardo claro de Siena: me equivoco si digo que la pintura de Óscar es en blanco y negro. Su obra requiere un poco más de atención para descubrir el placer de los colores. En el límite con la pincelada que devora la luz descubres el cromatismo de la tela o del papel. Los astrónomos descubren en las estrellas que comúnmente vemos como puntos blancos matices de rojo vino, de azul zafiro. Esos colores al principio inaprensibles les informan sobre si la estrella se aleja o se acerca a la Tierra. Les invito a mirar de ese modo los campos blancos de esta exposición: descubrirán en ellos minas de piedras preciosas a cielo abierto.



S.T, 2014, óleo/papel, 31 x 40 cm.


5. El color negro está más allá de las sombras.
La pincelada es una oscuridad que hace descubrir el soporte como luz matizada. Antonio Pérez fue el autor de un titulo revelador para una exposición anterior de Óscar Lagunas: Persiguiendo sombras. El negro es la oscuridad que matiza el soporte, como la sombra del árbol sobre la nieve que me descubre que la nieve atesora el tinte dorado del sol y la sombra un violeta que le complementa. Pero el negro es más: es un color con su particular belleza, con un carácter que lleva a decir a Jean Arp que si el negro se toca, si se mezcla con otros colores, se corrompe. En este sentido radical, de poesía máxima, el negro ha de ser el color de Óscar, el único color.


S.T, 2014, óleo/papel, 54 x 100 cm.

6. Altamira, Goya y Millares son la misma savia.
Óscar recuerda las pinturas rupestres de Villar de Humo, en la tierra de su infancia; las pinturas negras de Francisco de Goya en el asombro de la primera juventud; las arpilleras de Millares en sus pasos como pintor vocacional; hay una genealogía común que une esta rama del arte con su propia obra: el trazo como gesto de demiurgo, la pincelada como acto de creación absoluta. El artista no representa el mundo, crea un mundo que tiene que ver algo con el nuestro; pero es un mundo nuevo que en su distancia explica las verdades últimas de nuestro universo.



S.T, 2014, óleo/papel, 54 x 100 cm.

7. Una silueta es una playa.
La pincelada de Óscar matiza con su contorno oleoso el soporte que maneja; y ese contorno es como la orilla del mar: el soporte es la playa, la pincelada negra el mar y el borde de óleo que rebasa el trazo negro la espuma que en parte desdibuja y en parte subraya la línea del creador. Francis Bacon pintaba por el lado “malo” de la tela imprimada: Óscar pinta por el mismo envés de la tela para que los campos que crea tengan el dinamismo de un mar. Pintar es ordenar islas o vértebras. El continente, el cuerpo pintado decrece con la marea que al tiempo le da su frontera. El mar que da forma a los cuerpos podría desbordarse en un océano de pintura profunda como el color negro. El pintor se detiene para que el mar respire en un istmo de tierra blanca.



S.T, 2014, óleo/papel, 31 x 40 cm.

9. Una exposición es un haiku.
Unos cuadros llevan a otros, como los versos de un poema oriental: tesis, antítesis y síntesis sin una causalidad tan evidente como la acostumbrada en occidente. Óscar trabaja por series en las que el conjunto de obras son contemporáneas, nacen en un instante común y el artista doma el azar de la creación en cada cuadro del archipiélago que construye. El ritmo de unas pinturas contagia a las otras, que se responden, matizando el eco mutuo.



S.T, 2014, óleo/papel, 31 x 40 cm.

10. Una pincelada es una verdad.
El acto de pintar es el maestro que guía la pintura. Pintar es arriesgarse porque cada pincelada es única como una promesa dada; no se puede retroceder en el proceso de pintar: ha de salir bien en su proceso completo o hay que romper el cuadro. El artista puede parar un momento, reflexionar un día, aguardar un año antes de dar el siguiente paso. Porque pintar no tiene vuelta atrás, es un camino que si se desanda se desvanece. La tensión de la pintura de Óscar Lagunas procede de un hacer en el que no cabe la falsedad o el artificio: cada pincelada es una verdad.

Luis Mayo


S.T, 2014, óleo/cartón, 112 x 81.5 cm.


S.T, 2014, óleo/cartón, 112 x 81.5 cm.